miércoles, 25 de julio de 2007

Bye Frank!

Nueve campanadas sonaron antes que él le entregara el anillo y entre el vuelo de cientos de palomas espantadas, ella no pudo negarse, pero tampoco dijo que si. Se apoyó en su pecho y evitó llorar –así había sido la escena final de la película que no terminaron de ver en el autocine-, luego se apartó con calma para, sin llanto pero con ojos lacrimosos decirle que prefería responderle a su vuelta.

Al otro día Frank partió, solo un bolso colgando de su hombro, el uniforme repetido en cientos de Franks que recibían idénticos saludos de pañuelos enamorados desde la estación de tren.

Nueve disparos de salva sonaron antes de que ella arrojara el anillo y entre el vuelo de cientos de palomas espantadas, Esta vez Kate no pudo evitar llorar, frente a los hipócritas pero perfectos pliegues de cientos de banderas que ocultaban miles de Franks que recibían idénticos llantos sosegados por la dulce voz del sacerdote.
Luego, tardía paloma que escapa confusa y millares de simétricas manos arrojan, sobre anillos que jamás usarían, el último puñado de tierra.

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