jueves, 24 de mayo de 2007

Mujer práctica

Para su primer aniversario, le llevó una caja llena de regalos: viento color carmesí, una palabra que nadie había pronunciado antes, noventa y nueve zapatos de un ciempiés rengo, la lágrima de un hada tuerta, el sonido de uno de sus besos guardado en un pote de mermelada, una vieja mirada perdida que sólo él pudo encontrar y una plancha a vapor de acero inoxidable.
Una semana después, ella había guardado la plancha y el resto lo llevó a la tienda y lo cambió por una moderna tabla de planchar. El siguiente aniversario ya no lo festejaron.

viernes, 18 de mayo de 2007

Necrológicas

Ahmed fue a su propio entierro de riguroso luto. Su esposa le preguntó:
-¿Te gustó la ceremonia?
-Me gustó lo que dijiste, en algún momento me vi tentado a reírme pero no hubiera quedado bien desde el féretro.
-Vino tu hermano ¿lo viste?
-Si. Fui a hablarle, pero el idiota me ignoró como siempre.
-No seas mal pensado, tal vez él sí era conciente de que estabas muerto y los muertos no hablan, sólo dejan reproches en la conciencia.
-¿Y entonces cómo es qué vos sí me hablás?
-Que se yo, será porque llevo tantos años muerta que necesitaba hablar con alguien.

Entonces, por fin, Ahmed pudo llorar la muerte de su esposa, ella volvió a callar, ahora para consolarlo.

jueves, 17 de mayo de 2007

El revés de la última ola

Gastón pasa las yemas de sus dedos por la imagen detenida en la fotografía ahora amarillenta, acaricia los ojos de su madre y piensa que si ella lo hubiera visto una sola vez, tan sólo una, esos ojos no serían tan esquivos; una sensación helada recorre su cuerpo, la sangre se detiene, los ojos se apagan y se va la vida porque él no aparece pero se intuye vestido de muerte, y entonces ella se extingue sin palabras, él llora su culpa pero ella callará por siempre el nombre de su asesino.

La última ola

Tres meses y cuatro días demoró en terminar la pequeña bufanda. Lo hizo cuando sobre el borde derecho, a doce centímetros de los flecos multicolores, bordó con esmero el nombre que sus labios no pronunciarían jamás; luego la dobló en tres partes, comenzando por la izquierda y de modo que el nombre quedara visible en la parte superior para con gélidas y blancas manos dejarla en la caja; ahora si, la caja quedó completa: dos escarpines, un conejo que guardaba desde su propia infancia hecho de retazos de tela, la colonia con aroma a bellotas y miel y doscientas sesenta y tres cartas encerradas en doscientos sesenta y tres sobres. Por último, acercó sus labios resecos al gélido y blanco rostro que, desde lo profundo de la caja silenciaba sus sueños, lo besó, colocó la tapa sin ninguna prisa y sin prisa ninguna arrastró sus pies por la arena, los mojó en la orilla, atravesó la primer ola tímida, la segunda y todas las que le siguieron hasta desaparecer muy cerca de un horizonte que se había apagado muchas olas antes.

viernes, 11 de mayo de 2007

Lejos

Cuando hubo dado el quinto paso por entre la hojarasca, se detuvo. Sintió el crujir de la última hoja aplastada bajo su suela y de inmediato, la necesidad implacable de un paso más, un nuevo crujir y otro paso, hojas que explotan y se deshacen a media que él avanzaba. Después llegaría el verano y entonces él pudo acostarse a descansar: estaba muy lejos de casa.

Desencuentro

Dos cosas no quiso decirle: una la calló, la otra la dijo entre dientes.
-¿Qué dijiste? preguntó ella.
-Nada, respondió él mientras esquivaba su mirada.
Luego ya no se hablaron; ella le tomó sus manos y él no se opuso pero pidió la cuenta.

Caminaron hasta su casa, la de ella; en la puerta hubo besos que recordaban besos mucho más antiguos.
-¿Me vas a llamar?, preguntó ella.
-Mañana, dijo él.
Y mañana, que fue hoy pero se volvería ayer él llamo pero sólo atendió un contestador que decía: sí que entendí lo que dijiste.

domingo, 6 de mayo de 2007

Historias contadas

La cosa va más o menos así:
Ella, cada vez que todos salen se va; él no puede dejar de pensar en ella, y piensa en ella porque no está.
Esa noche ella no se va, entonces él no piensa en ella sino que tiene que hablarle; pero para que él pueda hablarle, debe esperar que ella deje de hablar con ese, con aquel, y después con el otro más el amigo del otro, entonces sí, él puede hablar con ella.
Pero claro, tampoco es fácil hablar con alguien que sólo había sido pensado y que, aún real, se asemejaba a una fantasía, entonces mientras ella hablaba con todos aquellos que no eran él, él bebió, tomó, fumó y todas las cosas que lograran hacer que ahora que ella estaba allí, él estuviera muy lejos.
Cuando por fin llego su turno, dijo las cosas que solo debía insinuar, con crudeza de sushi y contundente como una derecha de Tyson. Ella se sorprendió, o se hizo la sorprendida que es la mejor manera de no responder a nada, y si algo dijo, él no lo escuchaba porque solo podía oír su sinceridad desbordada.
Él: así que tenés novio? Y por que nunca viene con vos?
Ella: si hace un año, pero lo habíamos dejado hace unos meses y ahora volvimos, es que es muy posesivo (explicación sobre grados de posesión)
Él: bueno, sabemos que no va durar esa historia…
Ella: ya se…
Luego, mientas todos salían del bar, él se las arregló para perderse del grupo junto con ella, y mientras caminaban buscando a todos, continuó diciendo aquello que se dice una vez y luego se maldice mil veces, que sentía lo que sentía, y que se quedaría para siempre en este pueblo sólo por ella y cosas que no recordó luego para contarlas pero que, a pesar de no tener que decirlas, eran todas verdades.
Hasta que encontraron al resto, entonces ella dijo que ya debía irse, y tan rápido como lo dijo se fue.
Él no pudo dejar de pensar en ella, y piensa en ella porque no está. Otra vez era real.

sábado, 5 de mayo de 2007

Dorada

La primera vez que le besé los pies su sonrisa era dorada. Ella fingió ignorarme mientras continuaba mirando el horizonte de nubes anaranjadas. Sólo se escuchaba su respiración, apenas mas intensa que aquel mar mediterráneo que vencía la costa; yo preferí callar y ella me escuchaba en silencio.
Pero cuando me miró, ojos que indagan ojos y se pierden en ellos, también callé aquello que debí susurrar.Luego vendría el viento de nubes anaranjadas, pronto purpúreas, violáceas, y todo, salvo su sonrisa dorada, se haría noche.