jueves, 25 de octubre de 2007

Soledad

Apenas terminó de llenar los tazones y los siete gatos se abalanzaron sobre la comida. Silvia, como cada mediodía, los retaba para que no se pelearan entre sí, les decía que había la misma cantidad para cada uno pero esta vez separó del grupo al más pequeño, San Martín, y se lo llevó al patio; cerró la puerta tras de si para que el resto de los gatos no pudieran ver que hacían ellos afuera: se puso un sombrero con forma de cono, le acercó un plato repleto de pescado y mientras él comía con desesperación ella aplaudía y le cantaba el feliz cumpleaños.
Cuando San Martin terminó, Silvia regreso a la casa y el resto de los gatos comenzaron a contonear su cuerpo entre sus piernas a cada paso que daba, a veces llegaban casi al punto de hacerla caer pero no los retaba, le gustaba sentir otro cuerpo caliente sobre el suyo.
- Bueno, basta. Ahora me dejan tranquila que me toca comer a mi y ya saben que a Santo no le gusta nada verlos en la mesa. Te dije que basta Belgrano. Rivadavia no me pongas cara de inocente si vos los incitas, mirá como se pusieron Pellegrini, Justo y Castelli. Al patio, vamos- les gritó mientras apuraba sus pasos para poner la mesa.
Ese día tocaba milanesas con papas fritas pero no pudo prepararlas. En la mesa dos platos de lentejas, dos vasos de vino, el suyo con dos dedos de soda, el de Santo sólo. Se sentó frente a la televisión y la encendió con el control remoto; estaba terminando la novela y se dio cuenta de que se había olvidado de quitar su foto del aparador, se apresuró, abrió un cajón y con cuidado colocó allí la fotografía que compartía con su difunto marido, la jovencísima directora del colegió, sus compañeras maestras, y los veinticuatro últimos alumnos que escucharon su clase de historia. Regresó a la mesa al escuchar la cortina musical del noticiario.
- buenas tardes, soy Santo Biassati y estás son las noticias, dijo el presentador.
- Hola Santo, mi amor. Mirá lo que te preparé, lentejas. Si, ya se que tocaba milanesas, pero no hice a tiempo, no te enojes. Si, está muy bien que aumenten las jubilaciones. Ay, Santo, siempre tenés razón, siempre, amor mío- ella siempre pensaba como Santo, sólo una vez se habían peleado: él dijo que no estaba de acuerdo con un paro docente y ella le contestó de todo, hasta llegó a insultarlo; no encendió la televisión por una semana, lo que duró la huelga, pero después lo perdonó y nunca más volvieron a reñir.
Conversó con él, se puso algo celosa cuando lo vio bromear con la joven perfecta conductora y cuando él se despidió hasta mañana, Silvia apagó el aparato.
- hasta mañana amor, ojo con lo que haces con esa pendeja, eh, que no soy tonta.
A media tarde se hizo un té de canela y se sentó frente a su computadora. Le había prometido a Estela, la cincuentona que alguna vez fue la jovencísima directora, que le enviaría las fotos de su fin de semana en San Clemente. A cada foto le ponía un epígrafe: “aquí estoy en Mundo Marino el viernes por la tarde” (foto de una Orca saliendo del agua y mojando al público divertido); “este es un restaurante muy bonito al que iba a desayunar” (foto del frente del restaurante), “aquí la playa” (foto de playa absolutamente vacía y el mar enorme); “bueno, chiquita mía, como verás me la pasé bomba. A ver cuando nos hacemos juntas el viajecito que tantas veces te propuse, besitos, Silvia”. Envió el e-mail y notó que en su casilla, aún le aparecían sin leer los últimos siete mensajes que le había enviado a su amiga. Pobrecita, pensó, está tan ocupada.
Luego cogió su agenda y el teléfono, pasó las hojas de la A a la Z pero no se decidió por ningún número. Marcó el 112.
- Telefónica, buenas noches mi nombre es Marcos ¿en qué le puedo ayudar?
- Hola Marcos, Soy Silvia ¿Te sale mi teléfono, no? Quería averiguar por el producto nuevo que están promocionando.
- Hay muchos productos nuevos señora Sivia, un contestador con más capacidad, planes de larga distancia, aparatos para hipoacúsicos ¿usted a cuál se refiere?
- Uy, cuantos. Que bonita voz tenés Marcos, y hablás muy bien. Tu mamá debe estar muy orgullosa ¿Sabías que yo era maestra? Tenía un alumno llamado Marcos, era muy calladito pero inteligente, eh, no te vayas a creer. Yo daba historia y…
- Señora, que producto necesita
- …estuve muchos años en el Normal 4…
- Buenas noches señora, dijo Marcos y cortó.
“Pobrecito”, pensó Silvia, “seguro que los jefes no le dejan hablar, parecía tan simpático”. Apuntó en la agenda del día siguiente: “llamar a Marcos”.

1 comentario:

Rino Cerontillo dijo...

Es buenisimo, como se te ocurren tantas cosas? Muy real. Loco, te admiro.