jueves, 7 de junio de 2007

La niña del trigal

Lo recuerdo como si fuera hoy: después del trigal, desnuda en el horizonte, la casa de blancas maderas y tejas renegridas. Florencia se hamaca en una enorme goma que colgaba de un abeto y canta con voz infantil mientras sus zapatitos de preciosos volados arrastraban el barro hasta el cielo; refugiado entre el trigo verde y tierno, yo la espiaba enceguecido. Tardes de sol, espigas y ensoñaciones; cientos de ellas.

Hoy, del trigal florece cemento y se eleva en centenares de torres simétricas. Tras ellas, las maderas blancas de la casa no llegaron a ser amarillentas.
Canturreo un viejo recuerdo, refugiado en mi balcón del 4ºB, la mirada perdida en esa niña canosa que, entre árboles que no son abetos, se mece en su silla de ruedas. Tardes grises, de espinas y recuerdos; cientos de ellas.
Luego vienen mis hijas, me besan la frente y me piden que no sea caprichoso, que vaya al parque a buscar a su madre.
Antes de que anochezca, voy.

3 comentarios:

Lula dijo...

me encanta

Mariano dijo...

Cuando dice me encanta, se refiere al texto o se dirige a mi sin querer tutearme? usted ciertamente me confunde.

Lula dijo...

queremos más escritos