viernes, 8 de junio de 2007

Silbido

Llegó al trabajo y saludo con un gesto enérgico de la cabeza. Cerca del mediodía, sus compañeros le preguntaron si iba a seguir silbando toda la mañana con cara de idiota; él no contestó más que con otro silbido y el leve movimiento arriba y abajo de sus hombros. Su jefe, le dijo que lo veía raro, que mejor se tomara el día libre. Se fue.

Tomó el metro en Plaza España y al poco rato se le acercó un hombre de grandes proporciones, que trabajaba en la seguridad del transporte, la mano firme en la tensa correa de su perro, y le dijo que había recibido quejas de sus silbidos y alguna también de su cara de idiota; el perro nada dijo pero olfateó y sin nada para comentar, nada comentó; Lucho no respondió salvo con aquel alegre silbido y el leve movimiento arriba y abajo de sus hombros; al llegar a la estación Diagonal se bajó.

En la calle el día estaba espléndido, entró a un negocio y compró dos postres de crema catalana; con la música saliendo de su boca y rozando en labios ansiosos caminó unas cuatro calles; al llegar a la casa de Erika tocó el timbre y cuando ella le abrió dejó de silbar sólo para preguntarle, aún con cara de idiota: puedo dormir otra vez contigo.

3 comentarios:

anita dijo...

buff!!mencanto!!!es verdad q cuando has estado tan bien con alguien no puedes quitar esa cara de idiota...y si no silbas..te pasas el dia cantando!!!juas...que ganas de sentir eso!!!un besito hermanito!! yo anita

Rino Cerontillo dijo...

Lo lei con mi hermanita, nos gustó y causó gracia, es loco que nuestra felicidad pueda molestar, es asi pero no te importa!
Marianillo, no pares...es un placer visitar tu pagina de vez en cuando, encontrarse con estos escritos que invitan a soñar, y animan a sentir.

lenguaviperina dijo...

muy bueno el blog, Mariano.
Tenemos una partida pendiente, a ver cuando nos encontramos en internet.
Y te manda saludos Vicente (Russo), uno de mis más amigos de la facultad, y hace poco me enteré que trabajaron juntos.